domingo, 10 de diciembre de 2006

Dos mentiras de noche

“¡Nada de robar cuerpos por acá!”, era el grito inmortal de la vieja que vivía enfrente del cementerio público.

¿Pero quién iba a hacerle caso a una antigua canosa sobremaquillada y rebosante de bijouterie de fantasía? Los jóvenes se le reían en la cara y trepaban todos los días 6 el portón de rejas oxidadas. Los rituales tenían que llevarse a cabo sí o sí. Hacer enojar a Magenta era por demás peligroso y las tachas y piercings no cubrían a los mortales de sus furias maelstrómicas.

Así que, como es de imaginarse, cuando salían del cementerio se ubicaban en círculo, por lo general en la habitación de la chica pelirroja., y hacían el ritual para amansar a la bestia.

Un día apareció el Diablo.

Se sorprendieron los adolescentes porque, al contrario de lo que afirma el mito popular que desde hace siglos se cuela por entre los dientes de los miembros de legiones subterráneas, el Amo de los Infiernos no juega TAN bien al truco.


Escuchando: Corte dei Miracoli (ídem, 1976)

Alimentándome con: mate y pan

No hay comentarios: